El programa de formación de la Fundación Core también incluye a los hijos de inmigrantes: las tres sesiones semanales de apoyo escolar colaboran con padres y escuelas en la educación e integración social de sus hijos
La actividad de apoyo escolar pretende que las dificultades derivadas de la inmigración, tales como desarraigo, desconocimiento del idioma -este es tratado de forma específica en el taller de apoyo lingüístico para niños- o desestructuración familiar no constituyan un obstáculo para el rendimiento escolar. Para ello, voluntarios y alumnos universitarios en prácticas imparten lunes, miércoles y viernes por la tarde, en las aulas de la Fundación, este apoyo a hijos de familias inmigrantes necesitadas que requieren de un refuerzo educativo, a través de la realización de tareas y la adquisición de un hábito de estudio.
El rasgo más destacable de estos voluntarios es su juventud, ya que son estudiantes (de secundaria, bachillerato o universitarios), lo que les permite entender fácilmente a sus alumnos: “te das cuenta de que puedes ayudarles con algo que tú tienes y ellos aún no han podido adquirir por sus circunstancias: una buena educación”, explica Jaime Abello, estudiante de bachillerato. “Por eso me gusta mucho ver sus progresos en el estudio, ver cómo aprenden y se superan”, continúa.

Cuando finalizan sus tareas los niños pueden dedicarse a actividades lúdicas / Foto: Isabel González
La cercanía de edad también facilita la relación entre niños y voluntarios, como prueba Alejandra Ayesa, quien a pesar de su juventud -estudia 4º de la ESO- lleva ya año y medio como profesora. Alejandra considera que la relación con sus alumnos es inmejorable: “además de lo satisfactorio que es ayudarles, te lo pasas muy bien con los niños. Y al final aprendes tú más de ellos que ellos de ti”. Una idea que secunda su compañera Teresa, quien asegura que lo más bonito de la actividad es esta amistad: “son muy agradecidos, tanto que yo al principio no quería venir y ahora no lo cambiaría por nada. Me gusta tanto por lo bien que me lo paso y por la experiencia de ayudar a los demás”.
La belleza de la experiencia y la diversión conjunta son los elementos que destacan todos los voluntarios: Marta Larena, estudiante de bachillerato, asegura que la actividad en sí es tan gratificante que no nota en ella nada negativo: “es genial porque la mayor sensación es la de amistad con los niños. Podría decirse que es cansado, pero no, porque siempre estoy hablando y pasándomelo bien con ellos; no hay nada que no me guste”.
La relación que se ha creado entre voluntarios y niños es idónea para la segunda función del esta actividad, que va más allá de la ayuda estrictamente académica: fomentar los hábitos que ayudan al desarrollo y maduración personal y los valores de convivencia. Sin embargo, la imagen que dan los voluntarios no es de alguien que se limita a cumplir un deber: disfrutan dando apoyo escolar en Core. Por la amistad que tienen con los niños, la satisfacción de ayudar al prójimo o una mezcla de ambas; pero, como recomienda Teresa, “es una experiencia que debería hacer todo el mundo. Al hacerlo no pierdes nada, y ganas mucho”.